jueves, 1 de diciembre de 2011

Carta a una mujer





Aunque al final, no logro imaginarte realizando el deseo tan longevo y milenario de llegar luego de recorrer tantos cerros y praderas y campos, con las amarillas flores del tamaño más diminuto existente (o arrancar de raíz el árbol y trasplantarlo a un huerto más cercano), el final en que llegas para ser la única que escucha lo que nunca se escuchará, pero nunca lo habrás escuchado en realidad. Serás el ente imaginario-real-abstracto del que todos me hablan y dicen no  existir,  y  yo  no  les  creo  y  tsigo  insistiendo  en  que  sí  existirás  y  no  debes preocuparte porque eres más que simplemente parte de mi imaginación. En este final enredo mis dedos en tus cabellos, acariciándolos, y tu desgarrador llanto empapa mi cuello donde está apoyado tu rostro deformado por la tristeza, y con mis dedos, que sueltan suavemente tu cabellera para escabullirse por tu cuello en el ángulo que me se más simple levantar tu rostro y así mirarte, elevo tu mirada y entonces busco tus ojos perdidos (oh, tus ojos), y cuando los encuentro te reitero que todo estará bien. Empero luego de eso volverás a esfumarte y te volve a olvidar y quizá algún día llegue ese final realmente.
Ese día, que no logro crear, ni esperar ni soñar, estarás de pie frente a mí, hablándome como quien quiere vaciar su vida en un centro, y que luego sea algo mutuo, todo sea un complemento total y único; te entenderé, mas tú no a porque no sé vaciar mi vida, porque tu deseo milenario y longevo no es mi mismo deseo, yo sólo esperaría que lanzaras las flores en mi rostro y te alejaras, y así sabría que sigues aquí. En tu desconcierto correrás para lanzarte a un vao, un pozo, un mar o q sé yo; y mientras caigas te convertirás en cenizas que el viento esparcirá libremente por donde él quiera y se un tedioso trabajo encontrarlas y saber que son tuyas y no del producto de la imaginación de alguien más que había estado parado justamente donde ahora estoy yo, imaginando finales que no llegan y viendo cómo se esparcían los restos de alguien jamás creado y seamos dos locos ahora los que buscamos, y luego tres y luego el mundo.
          Entonces si luego de los siglos transcurridos encontrara tus reales cenizas (que no sabría cómo entender que son tuyas y no estar uniendo partes que no calzan), si pudiera volver a armarte  y  rearmarte,  miraría  tu  rostro,  escrutándolo,  buscándote  para  no  perderte,  ni perderme; tendría especial cuidado sobre cuál ojo cae mi curiosa y atenta mirada, en cuál sombra que cubre tus pupilas. Me fijaría en los sentimientos que crea cada uno de tus ojos dolidos. Tus ojos podan transformar cualquier pensamiento que nazca en la penumbra de mi mente, tan lo dependiendo de cuál miro. Ellos me hablaan, emitiendo un callado silencio que procuro no escuchar, y entonces me dedico a mirar cualquiera, al azar, o turno mi vista con tus  miradas,  pueambos  ojos  son  mundos  totalmente  distintos.  Tus  ojos,  que  expresan el mayor quejido que jamás había escuchado, que expresan la mayor alegría de mirarme llenándolos de brillo y arrugas de alegría en sus costados. Me altero por no saber q ojo mirar, por q tomar una elección tan común, tan idiota; tan común, tan impensada; tan común, tan innecesaria. Porque son dos los universos que tienen para exponerme, pero no entiendo cuál tomar ni por qué; no entiendo tus ojos, oh, no los entiendo. Tus ojos, que, si no comienzo yo a buscarlos nunca los encontraa. Tus ojos son el cielo y el infierno, distintos, ambos, al mismo tiempo, en el mismo instante.
Y luego de imaginar tan trágico final comenzaría a pensar en un comienzo, un piso donde todo empieza, un camino que recorrer para llegar a crearte sin ningún sentido, y luego concluir con la espera del deseo milenario. Pero sin duda la mayor dificultad está en saber a quién estoy soñando, la mujer de chaleco blanco y cabellos despeinados que entrega la imaginación necesaria (justamente la necesaria) para verla llorar en mis hombros; la mujer que siempre se había escabullido y de no ser por la duda de la enumeración no habría cabido en este lugar ya nunca más; o la piadosa dama alta que sabe-cruzar(o hacer cruzar)-las-puertas. O, eventualmente, estoy soñando a cualquier otra entre la estatura de uno a dos metros.

                                                  




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